La tenía pendiente hace muchos años.
Aunque sólo sea por la espectacular fotografía de Néstor Almendros y la música de Ennio Morricone, ya merece la pena verla.
Pero además, es un Terrence Malick mucho más accesible que el de los últimos años, con una narrativa más clásica y una historia con un conflicto muy interesante.