Algunos han cometido el garrafal error de compararla con Amelie, otros el acierto de nombrar a Wes Anderson. A este último es inevitable nombrarlo, puesto que Chloé realiza un error muy frecuente en el director estadounidense, esconder una fría narración en una cálida y naif fotografía. Por muy perfecta que sea tu estética, a nada llegas si no consigues rozar el alma del que te ve con las palabras.
Desde luego que es un ejercicio de dirección muy prometedor, con recursos muy singulares y poco gastados que consiguen enriquecer la experiencia. Distintos detalles históricos y alegorías leves hacen tocar, en bastantes puntos, lo acertado con la punta de los dedos. Pero, para desgracia de todos, no es lo que promete ser. Comienza por los cielos, desde entonces no hace más que precipitarse sin piedad alguna.