Pacifiction es un thriller político aletargado y fascinante, un monumento exótico que se adentra en una catarsis gubernamental inminente. Hipnótica y con imágenes nunca vistas, se erige imponente sobre su propia grandeza. Una pausa eterna, con una fotografía inhumana. Magistral.

Posiblemente sea la película más narrativa de Albert Serra, que no significa que sea fácil. Una historia críptica, en una espiral descendente completada por silencios y trámites fantasmales. Radicalidad pura, una historia enjaulada en la misma penumbra que se vislumbra en la noche pacífica.

Serra va más allá, deslumbra con su estética y su atención por el detalle. Camina por finas líneas completando situaciónes con fueras de campo y alejándose de la acción cuando esta lo requiere. Es un entramado de imagenes compuestas para mostrar la paranoia y el encierro.

Humanos como simples títeres inútiles por los que las órdenes y el poder pasan sin importancia. Hay un patetismo latente en esa pseudo mafia que contempla a un individuo con poderes que es incapaz de neutralizar. Benoit Magimel esta totémico.

El sonido como parte narrativa clave en el proceso de construcción atmosférica, el contraste con la naturaleza y lo humano se sublima en una escena marítima (olas) que ya historia. Logra que la introspección sea absoluta y el miedo crezca de forma exponencial, pura inmersión.

Los avistamientos del submarino son pura fantasía, momentos de paranoia donde la confusión es parte del encanto. Desde el avión, desde la orilla, desde el risco o en plena mar. Es el ejemplo perfecto del camino que coge la narración. El final... Bandera Francesa.

El contraste del digital en la imagen y ese tono rojizo que simbólicamente (y en la discoteca se reafirma) viene de la ecatombe que aún no se ha realizado. El Kratatoa dejo en el mundo puestas de sol rojizas tras destruir una isla entera a raíz de la erupción.

También tiene una lectura meta, sobre un hombre que intenta salvar algo ya condenado, desde ese Magimel caracterizado casi del propio Serra moviendo hilos invisibles. Los momentos de "dirección" del pequeño show musical son el ejemplo perfecto del alma tras el hombre con gafas de sol.

Todo está ensamblado, es la sublimación de un director que no encuentra techo en un mundo cada vez más corrupto y hundido en su propia miseria. Es la perfección de un estilo, de una mirada que siempre está abierta a interpretaciónes diferentes. Es pura poesía.